Comencemos a desarrollar la actitud de la compasión, un bonito regalo para los dos
Tu pareja no encuentra las llaves y a ti no te deja indiferente su constante despiste. Tienes varias opciones: una es hacerle algún reproche de un modo más o menos velado y otra es comprender que está apurado y ayudar a encontrarlas sin echarle nada en cara. Cuando actúas del segundo modo, estás siendo compasivo con él o con ella.
La compasión es precisamente la actitud que permite que una pareja tenga una convivencia saludable y feliz a lo largo del tiempo, según el estudio realizado en 1.500 parejas en Estados Unidos y que ha recogido un especial de la revista Time de este mes sobre la ciencia del matrimonio. La compasión es una actitud poderosa, que no depende de unas creencias religiosas, sino que está relacionada con el optimismo y con contemplar la vida de un modo más saludable para nosotros y para quienes nos rodean. Pero ser compasivo con la pareja no es fácil, no nos vamos a engañar. Estamos hartos de sus despistes, del desorden, de que no nos haga caso… y lo vamos acumulando. Interpretamos además lo que hace de manera poco acertada y lo que nos duele lo transformamos en un arma arrojadiza. Por ello, como todo esto nos puede ocurrir, si queremos hacer un bonito regalo a nuestra pareja (y a nosotros mismos), comencemos a desarrollar la actitud de la compasión. Veamos cómo.
1. Comprende y ayúdale. Tenemos compasión con nuestra pareja cuando comprendemos lo que le ocurre y le tendemos la mano para ayudarle. No solo es “me pongo en tu piel”, como puede ser la empatía o “cuánto lo siento”, como actúa la lástima, sino que además hago algo para ayudarle. Si te molesta su desorden, dale alguna clave que a ti te haya servido. No te pongas también a tirar las cosas por el suelo, que estaría en el polo opuesto de la compasión.
2. Observa qué le duele, más allá de cómo actúe. Según Stan Tatkin, profesor de UCLA, podemos ser más compasivos con los niños porque son indefensos y necesitan más ayuda. Sin embargo, si la persona que tienes enfrente es tu marido o tu mujer, la idea de indefensión suele quedar bien relegada. Cuando actúa molesto o molesta por algo que tú has hecho, piensa qué es lo que realmente le duele. Casi siempre suele ser una interpretación de falta de cariño, abandono o cualquier otra cosa, que no sabe expresar y que lo hace a través de reproches o comentarios poco afortunados. Si te quedas en las palabras, poco margen de maniobra tienes. Si ves qué es lo que hay de fondo, serás más compasivo y podrás resolver la situación.
3. Ten una conversación serena cuando el problema haya pasado. El reto no consiste en echar tierra encima a lo que te molesta y decirte a ti mismo que no pasa nada. En este caso, las palabras no pronunciadas se van acumulando y pasan factura en un futuro. La clave está en encontrar el momento oportuno cuando la tormenta haya pasado y exponer adecuadamente qué es lo que molesta y qué necesitarías de la otra persona sin reproches, claro está.
4. No saltes a la primera de cambio. Esto suele ser de nota. Cuando estamos en medio de una discusión, la sangre de nuestro cerebro no se concentra en nuestra parte racional. Por ello, nos adentramos en una espiral muchas veces absurda. Podemos decir palabras que no sentimos realmente o caer en el desprecio, la actitud que predice en el 95 por ciento de los casos una separación en los próximos quince años, según John Gottman, profesor de la Universidad de Washington. Por tanto, aprende a reconocer qué te impide saltar: tomar conciencia, respirar, contar hasta cien o darse una vuelta. Lo que a ti te venga bien.
5. Utiliza tu imaginación positiva en beneficio de la relación. Si alguien es desordenado, es posible que sea porque hace muchas cosas y no repara en detalles. O si llega tarde del trabajo quizá esté obsesionado con traer dinero a casa… La idea es no juzgar lo primero que nos viene a la mente, porque como dice Thupten Jinpa, “la compasión requiere que le des a la otra persona el beneficio de la duda”. Luego, ya se verá qué hay de verdad, pero al menos, cuestiónate las primeras etiquetas que le pones a tu pareja y que muchas veces son el origen del conflicto.
En definitiva, no nacemos sabiendo vivir en pareja. Todos necesitamos aprender, por ello, en la medida que entrenemos actitudes más favorables como la compasión, nos será más fácil aprender a convivir, a querer a la otra persona y, de paso, a nosotros mismos.
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